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Crear con-Ciencia

Durante siglos se consideró a la niñez como la etapa “más feliz de la vida”, se creía que el bebé humano nacía como una tabula rasa y que venía al mundo envuelto en una dulce y tierna nube de candor e ingenuidad, por lo tanto, carente de malicia y de malos sentimientos como: el odio, la envidia, los celos e incluso la seducción. Sin embargo, hoy en día, gracias al estudio científico del desarrollo humano y específicamente del desarrollo infantil se ha podido comprobar que desde el nacimiento el ser humano trae una carga genética que organizará el destino de su aparato biológico; una carga afectiva establecida por los vínculos psicodinámicos dentro su familia y una carga social en relación con su “momento histórico”, que moldeará las características de su pertenencia socio-cultural.

Bajo esta óptica, se llega a una concepción más realista del transcurrir, tanto evolutivo como vivencial de la infancia, evidenciando las vicisitudes de una transformación más dolorosa que gozosa, implícitas desde el nacimiento. Cabe señalar en primera instancia la profunda vulnerabilidad que radica en la “absoluta dependencia” que hacen del bebé humano, durante sus primeros años de vida, una criatura incapaz de resolver por sí misma las necesidades más esenciales de su subsistencia. A su vez, cada una de sus experiencias de alimentación, higiene, reposo, etc., se verán matizadas con el afecto ya sea amoroso, de rechazo o de indiferencia de quién o quienes se hacen cargo de atenderle, generando en su incipiente desarrollo la confianza o la inseguridad con que irá enfrentando las experiencias futuras.

Por consiguiente, cada etapa del desarrollo infantil implicará resolver ciertas crisis en correspondencia con su momento evolutivo. Son crisis en las que juega un papel preponderante la “angustia” y crisis externas en las que el dolor ante la frustración, las pérdidas y sus subsecuentes renuncias orientarán el desarrollo del niño hacia una personalidad fuertemente integrada o en su defecto, hacia estructuras psíquicas de características patológicas en las que se sustentan los trastornos del desarrollo infantil y las posteriores alteraciones de la personalidad en la vida adulta.

Visto de esta manera, “en este andar”, en ocasiones por fortuna o en ocasiones por desgracia, el niño nunca va solo. Lo acompaña la metáfora del deseo inconsciente de cada uno de los padres; lo acompaña el niño imaginario preexistente mucho antes de que tenga lugar su concepción; lo acompaña la trama de aceptación o rechazo inscrita en la cadena transgeneracional de la cual desciende; a su vez, lo acompaña su momento histórico de valores éticos, sociales, culturales, políticos y económicos que darán directriz a todas sus potencialidades.

Condiciones en las cuales, en el complejo proceso del desarrollo infantil se involucran una multiplicidad de factores que van: desde el niño, a partir de sus propias limitaciones de comprensión, comunicación y sobre todo de sus propios sentimientos dolorosos; con el niño, donde las interacciones afectivas de apoyo y autoridad dentro de la familia, ejercerán modelos de relación recíproca y en concordancia con sus necesidades no resueltas;  hacia el niño, que implican en la mayoría de las veces, una disparidad y desventaja de las relaciones de poder y dominio en su mundo escolar y social.

En consecuencia, actualmente es más notorio detectar los enormes escollos que enfrentan los niños que no pueden superar la orfandad, el abandono, la violencia intrafamiliar, el abuso y la trasgresión en su sexualidad, la hostilidad social etc., etc., y que se traducen en las manifestaciones severas que van desde las dificultades en el aprendizaje, la desadaptación psicosocial, las conductas trasgresoras y delictivas, hasta las francas desorganizaciones psicóticas que involucran la actividad psicomotora y la pérdida de la identidad.

Por todo lo anterior, cabe considerar que una mayor y cada vez más profunda comprensión del desarrollo humano, implica un reto que no le es ajeno al campo de la Educación, dado que requerimos de acciones que conduzcan a soluciones por la vía de Crear con-Ciencia para guiar la investigación y las propuestas preventivas y trascendentes que coadyuven al alcance de un futuro más promisorio, digno y feliz  de la población infantil, en todos los ámbitos de su existencia.

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