Centro de Estudios Avanzados de las Américas
Doctorado en Educación
Asignatura: Problemas de la Educación en México y América Latina
Primer Cuatrimestre
Tarea No. 9
Título
Desarrollo Comunitario, Un Modelo Educativo Necesario
Nombre del alumno: Marco Antonio González Villa
Matrícula: M18030409065
Asesor: Dr. Jorge Martínez Sánchez
Fecha: 23 de julio de 2018
El inicio…
Cárdenas (2010) señala que en la década de los setenta persistía el rezago educativo en México principalmente en las zonas urbanas debido a la falta de escuelas lo que favoreció el surgimiento de nuevos modelos de atención como la atención comunitaria para poder llegar a un mayor número de habitantes.
En este contexto, una de las formas de trabajo que se consideró fue el modelo llamado Desarrollo de la Comunidad –hoy Desarrollo Comunitario-, el cual tuvo su origen al término de la segunda guerra mundial para reactivar la vida en las ciudades centrándose principalmente en estimular las iniciativas locales, los proyectos de autoayuda y la cooperación de gobierno del gobierno con asistencia técnica (Cueli, 1989). Poco tiempo después sus alcances y forma de trabajo alcanzaron otros contextos y escenarios.
A continuación se ofrece un panorama general en relación a la forma de trabajo de esta modalidad de atención a la población.
La Comunidad como área de oporunidad
Innegablemente los cambios acontecidos a nivel internacional en la década de los sesenta son un referente necesario para hablar del reconocimiento de la comunidad como cuerpo cognoscible. Las movilizaciones sociales y los estallidos bélicos pusieron en alto a esos espacios que se erigían, en un primer momento, como aquellos lugares de corte tradicionalista en los que se preservan las costumbres y diferentes expresiones identitarias de un país, pero por otro lado, aparecieron en los medios de comunicación pruebas que evidenciaban condiciones de pobreza, desigualdad y abandono político que llevó a depositar los ojos en ellas. En las últimas décadas, los movimientos armados principalmente en África (con sus movimientos de independencia), Asia (la guerra de Vietnam por ejemplo) y en América (los caminos recorridos por el Che, el movimiento zapatista en México, diferentes grupos guerrilleros en Centro y Sur América, por referir algunos) han encontrado en la comunidad un lugar desde donde es posible parapetarse y combatir en la búsqueda y consecución de sus objetivos. La comunidad pasó a ser entonces un estandarte de lucha social y política, pero al mismo tiempo ha buscado el reconocimiento y
satisfacción de sus propias necesidades que aún son muchas, dado que la mayoría de las comunidades se encuentran dentro del cinturón de pobreza de la mayoría de los países.
Pero, teóricamente ¿cómo puede definirse la noción de comunidad? La comunidad, en tanto grupo, es, al mismo tiempo, una organización social que existe dentro de un sistema simbólico sancionado en un contexto socio histórico específico, en donde los integrantes comparten una serie de significaciones imaginarias que dotan de sentido a las palabras y los actos de cada uno de los miembros (Castoriadis, 1989). Fátima Cruz (2002), por su parte, la define como
“…una agregación social o conjunto de personas que, en tanto que habitan en un espacio geográfico delimitado y delimitable, operan en redes estables de comunicación dentro de la misma, pueden compartir equipamientos y servicios comunes, y desarrollan un sentimiento de pertinencia o identificación con algún símbolo local y, como consecuencia de ello, pueden desempeñar funciones sociales a nivel local, de tipo económico (producción, distribución y/o consumo de bienes y servicios), de socialización, de control social, de participación social y de apoyo mutuo” (p.45).
El vínculo social y geográfico que une a cada uno de sus miembros, ligado a la condición de desigualdad social y privación económica hicieron necesario la creación de proyectos que dotaran de recursos propios a la comunidad para poder tener mejores condiciones sociales. Así, por ejemplo, el Consejo Nacional del Fomento Educativo en México (CONAFE) comenzó en el ciclo 73-74 la implementación y puesta en práctica de programas educativos con instructores comunitarios (Cárdenas, 2010). La atención de las comunidades con fines socioeconómicos tuvo prácticamente el mismo tiempo de inicio.
Cueli (1989) señala que las características principales de un trabajo con enfoque comunitario son los siguientes: 1) Presenta un nivel de atención primaria, secundaria y terciaria, 2) busca una redistribución del poder y nuevas formas de liderazgo, de tal forma que se busca obtener beneficios individuales, grupales y comunitarios, 3) es desprofesionalizaste, ya que no requiere el trabajo solamente el trabajo de profesionales sino de personas capacitadas para desarrollar habilidades y destrezas entre los miembros,
4) es interdisciplinario, y 5) concientiza y politiza a los miembros, buscando el compromiso y la responsabilidad social.
Montero, posteriormente, (2004) ofrece un paradigma de trabajo que aborda 5 dimensiones que consideran elementos que lo erigen como una propuesta viable y pertinente para las circunstancias actuales que hoy enfrentan las distintas comunidades en América Latina. Las dimensiones son las siguientes: 1) Ontológica, que alude a la definición del sujeto cognoscente considerando a los miembros de la comunidad también como productores de conocimiento; 2) Epistemológica, en donde la relación sujeto-sujeto de estudio y no objeto establece una relación dialéctica y bidireccional entre ambos; 3) Metodológica, en el que se busca de manera preferente, no exclusiva, implementar modelos participativos de trabajo; 4) Ética, en donde se observa un respeto y un reconocimiento del Otro como sujeto autor y dueño de su propio conocimiento y 5) Política, que remite directamente al carácter político de la acción comunitaria.
Sin embargo, esta visión aún no dispone de la estructura social ni las condiciones que posibiliten su adecuada y necesaria implementación. En este sentido, Lipovetsky (2010) establece que las sociedades contemporáneas, se caracterizan por la presencia de un “personalismo” que limita la relación entre las personas. Es así que podemos encontrar tres diferentes formas identitarias que regulan la relación del uno con los otros: en las comunidades se encuentra presente una noción “Nosótrica” en donde prevalece una idea de comunión, integración, homologación y se anteponen los deseos personales por el consenso con cada uno de sus miembros; el segundo nivel sería el “yo” en donde se privilegian los intereses personales, sin embargo se está en la posibilidad de entablar una relación con los otros y llegar a acuerdos para mantener la relación; en el último nivel, del personalismo, el francés habla de un “psi” como estructura psicológica en donde solamente importa la consumación de los deseos, la fantasía de libertad en la elección, privilegiar la autonomía, la democratización del discurso y se actúa con una postura más basada en la pose antes que en la conciencia y el interés por el otro; se puede ayudar a los demás pero si esto me implica reconocimiento y exaltación de la propia persona. El discurso político, por ende la dimensión política, está permeada por esta experiencia personal.
En este sentido, las comunidades son políticamente necesarias y se inscriben en el mundo como un ente social que permite establecer comparaciones con la gente dentro de un círculo social globalizado para así minimizar la angustia de la carencia personal (Reboredo, 1980); se relativiza
entonces la experiencia y se vive a la comunidad, desde la lejanía, como un mal menor para los diferentes gobiernos y como un programa social al cual se podrán destinar algunas partidas económicas, con fines asistencialistas que podrán presumir con datos en sus diferentes informes. También queda entonces trastocada la dimensión Ética del paradigma, al no existir un reconocimiento del otro como un igual y, de esta manera, la comunidad se considera y se vive, política y socialmente, como ajena y distante.
En lo que refiere a las dimensiones Óntica y Epistemológica, la situación es también compleja. Devereux (1985) ya había hecho una pregunta básica: ¿Qué sucede dentro de la subjetividad del investigador y/o profesional realmente? La relación sujeto-sujeto atraviesa cualquier dispositivo de investigación o trabajo que se pretenda trabajar con las comunidades. En el mismo sentido, Braunstein (1991) plantea que no existe la frialdad de las ciencias para manipular los “datos” y “fenómenos” que se presentan en el ámbito social, dado que las reacciones provocadas con una intervención provocarán reacciones también en el investigador. De aquí la necesidad de los que trabajan en una comunidad de tener plena conciencia de quién es y para qué o para quién trabaja; aparece aquí la noción de implicación de Lourau en la que podríamos observar una serie de compromisos sociales que establece el profesional o trabajador con diferentes instituciones o agentes sociales y en dónde podemos encontrar diferentes motivos de su deseo de trabajar con la comunidad; evidentemente hay una postura política y un compromiso Ético con el Otro en donde existe una percepción de desigualdad, pero surgen preguntas que demandan respuestas ¿Quién paga por el trabajo a realizar? ¿se pueden anteponer o compaginar las prioridades familiares o personales a la comunidad? si no forma parte de la comunidad desde un inicio ¿Qué se requiere para que forme parte real del “Nosotros” comunitario? ¿se atraviesa por rituales de iniciación para demostrar su compromiso? ¿Quién solicita el trabajo con la comunidad y cuál es el interés? Indudablemente hay muchas satisfacciones pero ¿se está preparado para la frustración y la adversidad? ¿ser facilitadores y fomentar la autogestión permite ubicarlo con el “Nosotros”? ¿Cómo trabajar con aquellos miembros en quienes la comunidad no se constituye como una unidad subjetiva de desarrollo futura y no hay un ideal por encima de su identidad comunitaria? Cada pregunta arroja una posibilidad de discusión que obliga a la reflexión en otro momento
En la dimensión Metodológica, se hace necesaria la implementación de una forma de trabajo participativa, pero se requiere que se lleve el trabajo in situ, situado puertas adentro: la plena
inclusión de una persona en una comunidad favorecerá establecer una relación de uno a uno, a nivel personal, involucrándose y comprometiéndose con las necesidades de la comunidad con pleno conocimiento y con una plena empatía.
Los logros y avances en materia del Desarrollo Comunitario han sido valiosos y considerables, no obstante, es claro que faltan muchos aspectos por mejorar e implementar para su consolidación y reconocimiento, nuevamente, social y político. Cruz (2010) deja a consideración 3 dimensiones que darían constancia de los alcances obtenidos. Una dimensión endógena, que considere los propios recursos y potencialidades de la comunidad, buscando articular el desarrollo con las características culturales, económicas y sociales del territorio y su población. Una dimensión sostenible, en donde el desarrollo de una comunidad pueda ser medido en términos ecológicos, sociales, económicos y políticos. Finalmente, una dimensión integral en la que se buscan transformaciones en los sistemas sociales en grupos humanos socialmente desfavorecidos para que puedan mejorar su calidad de vida.
Conclusiones
EL Desarrollo Comunitario trajo consigo una serie de beneficios considerando una óptica global. La implementación de programas comunitarios sociales, económicos y educativos han traído beneficios y avances en diferentes regiones del país, sin embargo la falta de infraestructura y la desigualdad vigente ha sido una limitante para tener un desarrollo mayor. Obviamente, el cambio de las formas de relación entre los individuos de la comunidad, en donde la postura Ética es el sostén de la forma de vincularse y mirar a los demás, reconociendo como igual al otro y buscando beneficios comunitarios ha sido un factor a resaltar. El fomento de valores democráticos, desde lo educativo y lo socioeconómico, en toda sociedad como el respeto, la igualdad, la tolerancia y la justicia cambia la forma de mirar a la comunidad y brinda una formación social y política de los individuos. La preparación para el desarrollo de habilidades en el manejo de tecnologías y formas de trabajo son prioridades a nivel educativo n la búsqueda del establecimiento de una economía sostenible, lo que beneficia indudablemente a la comunidad, pero no le permite altos niveles de competencia o igualdad de oportunidades dado el modelo económico vigente. El cambio en el paradigma económico será siempre una condición necesaria para tener mayores éxitos e impacto, sin embargo, aún es un proyecto lejano.
MATERIAL CONSULTADO
Braunstein, N. “El problema (o el falso problema) de la relación del sujeto y el objeto” en Braunstein, N., et al (1991) Psicología: ideología y ciencia. México, Siglo XXI pp: 233-261 Cárdenas, G. (2010) en Arnaut A. et al. (coord.). (2010). Los Grandes Problemas de México. Vol.7 Educación. México: Ed. El Colegio de México
Castoriadis, C. (1989) La institución imaginaria de la sociedad. Volumen 2 El imaginario social y la institución. España, Tusquets editores
Cruz, Fátima, “Qué es la Psicología Comunitaria”, en Cruz, Fátima y Aguilar, José, (2002) Introducción a la Psicología Comunitaria, Madrid, Editorial CCS, pp.33-68.
Cueli, J. (1989) Psicoterapia Social. Ed. Trillas, México pp 7-12
Devereux, G. (1985) De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento. México, Siglo XXI
Lipovetsky, G. (2010) La era del vacío. Ensayo sobre el individualismo contemporáneo. España, Editorial Anagrama
Montero, Maritza, “El paradigma de la psicología comunitaria y su fundamentación ético relacional”, en Montero, Introducción a la Psicología Comunitaria. Desarrollo, conceptos y procesos, Buenos Aires, Paidós, 2004, pp. 89-114.
Reboredo, A. (1980) Brujería medieval e Imaginario Social. Cuadernos de estudio del departamento de Ciencias Sociales y de la Conducta 1, 1-21
González Villa, Marco Antonio. Desarrollo comunitario, un modelo educativo necesario. México: CEAAMER, 2018