Octavio Paz en 1968: Un nuevo enfoque jurídico
Con esta colaboración cerramos la serie de artículos sobré Octavio Paz y su vinculación con el mundo jurídico que presentamos a lo largo del año pasado. En él se aborda la decisión del Nobel de no seguir representando al gobierno de México después de los acontecimientos de Tlatelolco, lo que da pie al autor para reflexionar sobré la Ley Orgánica del Servicio Exterior Mexicano.
Los lamentables acontecimientos ocurridos en la Ciudad de México durante 1968 marcaron una escisión en nuestra historia democrática. Su triste desenlace permanece como cicatriz imborrable en la conciencia ciudadana, nos da ocasión para reflexionar en torno al proyecto de nación que intentamos construir y nos invita a permanecer atentos al cumplimiento de las garantías constitucionales.
Quienes experimentaron ese vértigo -y las secuelas de la tragedia que lo atizó- han evaluado las reacciones de los distintos participantes como dignas de reprobación o heroísmo. En este segundo rubro se ubica a Octavio Paz, quien para entonces había alcanzado el máximo escalafón en su carrera diplomática, dado que desde 1962 ocupaba el cargo de embajador en la India, Ceylán y Afganistán. Cuando se enteró de lo ocurrido en la Plaza de las Tres Culturas -pese a su destacada posición y a diferencia de otros que prefirieron guardar un cómodo silencio- se manifestó en total desacuerdo con el proceder de las autoridades mexicanas.
Buena parte de la opinión pública interpretó su actitud como una muestra de genuina probidad intelectual. Enrique Krauze, al referirse a estos hechos, comentó que Paz vivió su «hora mejor». En textos referidos a estos sucesos percibo cierto consenso en que la valía de su gesto cívico radica en la espontaneidad y la forma en que se distanció del servicio exterior, la enemistad que esta decisión le ganó con Gustavo Diaz Ordaz y la singularidad de su comportamiento como miembro de la burocracia.
La espontaneidad de su separación, al menos desde 1966 Octavio Paz dejó entrever en su correspondencia el deseo de regresar a su país; sus preocupaciones trascendían la nostalgia pues tenía en trámite un juicio contra Elena Garro y «asuntos familiares» que resolver con su madre, Josefa Lozano.
Desde la India supo de los actos que desembocaron en la abrupta salida de Cesar Sepúlveda de la Dirección de la Facultad de Derecho y de Ignacio Chávez de Rectoría. Posteriormente, se afirmó que el desprestigio de las autoridades universitarias fue a causa de una maniobra generada por Diaz Ordaz para frenar su ascenso político. El 3 de mayo de ese año, Paz transmitió a Arnaldo Orfila su indignación: «Los sucesos de la universidad me han entristecido e indignado. Ignoro el fondo del problema pero tengo gran respeto por Chávez y me parece horrible lo que ha ocurrido».
La calidad de su obra y su prestigio lo convirtieron en un autor muy leído, por lo que renació su inquietud de dedicarse por entero a la escritura. En 1967 encontró una salida a su agobio, pues el 1ro de agosto fue electo como miembro de El Colegio Nacional; ya como integrante, asumía el compromiso de organizar un ciclo anual de ponencias. Cuando recibió las felicitaciones de Carlos Fuentes, le respondió a vuelta de correo los motivos por los que aceptó: «Por dos razones que en el fondo son una: independencia, los pocos centavos y sobre todo el hecho de que el colegio es o puede ser una tribuna».
A lo anterior se añadían sus planes de editar una revista, a través de la cual pretendía dirigir a una comunidad de lectores que le permitiera influir en el horizonte latinoamericano. A esta suma de pretensiones se unía el requerimiento que Orfila le hizo en diciembre: «Estoy convencido de que no será posible hacer una revista sin su presencia fija en México, pues por experiencia sé que un proyecto de esta envergadura no puede prosperar si no es con base en la presencia y la acción de una persona como usted que puede despertar la adhesión de colaboradores que permitan lograr un resultado digno y permanente».
Para 1968 resultaron contraproducentes las intervenciones que el gobierno había hecho dos años atrás en la administración de la UNAM, pues, entre otros factores, el apoyo a los grupos de choque derivó en la creación de organizaciones estudiantiles sectarias que concurrieron a lo acontecido en Tlatelolco.
Meses antes de que se consumara la sangrienta represión, Paz contemplaba en su agenda un viaje a México en noviembre para organizar sus conferencias anuales, como hizo saber a Tomas Segovia a principios de julio. A la par, empezó a mostrar su inconformidad con el discurso estatal, como puede constatarse en las llamadas «Cartas Tlatelolcas», en las cuales llegó a calificar como brutal la conducta asumida por la autoridad. En la misiva que dirigió a Charles Tomlinson el 3 de agosto escribió: «Desde hace bastante tiempo proyecto renunciar a mi puesto», y añadió que no advertía que los hechos estuvieran motivados por un plan de «revolución social, aunque muchos de esos dirigentes sean revolucionarios radicales». Lo que él veía era una llamada de atención hacia una reforma en el sistema político. Algo similar le comentó a Fuentes el 30 de agosto: «Desde hace más de un año tramito mi jubilación y espero poder concluir ahora ese latoso proceso.
Ya no soporto más, no a la India, que amo, sino a la idea de servir a un gobierno, cualquier gobierno, sea el del Gran Mongol O el del Hijo del Cielo. Buscare un reacomodo en la universidad o en El Colegio de México».
El 27 de septiembre se dirigió a Tomlinson con un tono más agravado: «Es incongruente, desde un punto de vista moral tanto como sentimental, mi permanencia en el servicio exterior. Precisamente había ya iniciado el trámite para obtener mi retiro. Lo que pasa ahora me reveló que lo debería haber hecho antes. Todo esto me tiene apenado, avergonzado, furioso con los otros, y sobre todo conmigo mismo».
Si bien su salida fue abrupta, los elementos expuestos sugieren que no fue espontánea, pues detrás de ella se encontraba un hombre con deseos expresos de cambiar de vida e informado de la vía más apropiada para obtener sus legítimos intereses. La forma de su separación y sus consecuencias mediáticas La revista Vuelta de marzo de 1998 incluyó un fragmento del intercambio epistolar entre Antonio Carrillo Flores, secretario de Relaciones Exteriores en la época, y Octavia Paz. Dichas cartas revelan que cuando este último tuvo noticia de la matanza, redefinió su situación laboral.
El día 4 se comunicó con su jefe para hacerle saber su inconformidad con el proceder gubernamental: «Las fuerzas armadas disiparon a una multitud compuesta en su mayoría de estudiantes. No describiré a usted mi estado de ánimo. Me imagino que es de la mayoría de los mexicanos: tristeza y cólera». Asimismo, externó que a lo largo de su carrera diplomática no había experimentado un desacuerdo tan profunda con una decisión tomada por el Poder Ejecutivo, por lo que añadió: «Mi respuesta es la petición que ahora le hago: le ruego se sirva ponerme en disponibilidad, tal como lo señala la Ley del Servicio Exterior Mexicano. Procurare evitar toda declaración pública mientras permanezca en territorio indio. No quisiera decir aquí, en donde he representado a mi país por seis años, lo que no tendré empacho en decir en México: no estoy de acuerdo en lo absoluto con los métodos empleados (en realidad: reprimir) las demandas y problemas que ha planeado nuestra juventud».
El secretario se mostró comprensivo con su indignación y, como puede leerse en misiva del día 16, lo invitó a darse un tiempo para reflexionar sobre lo ocurrido, tomando como base un envió del poeta que no aparece compilado por Vuelta: «En el párrafo final de su carta del día 11 dice que espera recuperar la calma para escribir a varios de sus amigos del servicio exterior. ¿No sería posible que dejase pasar también un poco de tiempo para tomar una decisión final sobre su retiro?» Inexplicablemente, el mismo día Carrillo le giró un telegrama: “SE ACEPTA SOLICITUD DE DISPONIBILIDAD CONTENIDA EN SU CARTA AL SUSCRITO DE CUATRO DEL ACTUAL». Paz tomó a bien el mensaje y agradeció a su interlocutor, dejando abierta la comunicación.
Una posibilidad para explicar el empalme la proporciona Paz en una carta a José Bianco, fechada el 5 de noviembre: “José Luis Martínez […] También me dijo que ‘Gustavo Díaz Ordaz estalló en cólera cuando renunciaste y dictó un cese violento e injurioso que Carrillo Flores trato de endulzar'». Es claro que entre ellos hubo la voluntad de mantener discreción sobre el tema. Días después, Paz percibió que el silencio pactado se quebrantó y que se empezó a difundir el rumor de que había sido despedido.
El responsable de esta desinformación fue el periódico Excélsior – mismo que no se distinguió en todo el proceso por su imparcialidad-; el19 del mes tituló un boletín oficial: «Cesa Relaciones a Octavio Paz». Además de no estar firmado, el contenido del artículo enfatizaba, líneas antes de reproducir el comunicado, que la decisión había sido ejecutada por los mandos institucionales y que se trataba de una sanción en su contra. A continuación reproduzco el boletín: “El embajador de México en la India, señor Octavio Paz, con base en las versiones que la radio y la prensa extranjeras dieron de los recientes sucesos de la Ciudad de México, ha solicitado ser puesto en disponibilidad. En virtud de que es muy grave que un embajador de México, dando crédito a versiones inexactas, difundidas por ciertos órganos de información extranjeros, juzgue al país o al gobierno que representa, la Secretaría de Relaciones Exteriores, por acuerdo superior, ha resuelto conceder al embajador Paz su separación del Servicio Exterior Mexicano».
Otros medios fueron más objetivos, como El Día, que se limitó a publicar la nota oficial, lisa y llana, con el título «Separación de Octavia Paz del Servicio Exterior Mexicano». Resulta desconcertante que fuera justamente el diario dirigido por Julio Scherer García el que imprimió el encabezado inquisidor a pesar de su evidente contradicción y que nadie lo haya interrogado al respecto. Posteriormente, Excélsior dio cabida a las réplicas de Paz y lo apoyó en la creación de Plural en cuanto volvió a México. Agraviado, Paz hizo un anuncio contundente desde Nueva Delhi: «No fui despedido; renuncie». Este discurso originó la confusión que todavía rodea al procedimiento que en realidad se siguió como corolario, el 30 de octubre Scherer autorizó la inserción pagada de un «Cable a Octavio Paz», en el que se agradecía «su valerosa actitud y alto ejemplo de dignidad humana» que «merece nuestro más cálido elogio y afectuosa solidaridad».
En entrevista con Guillermo Ochoa de 20 del febrero de 1971, con el título «Si, vengo a quedarme, si puedo», Paz relato los avatares de esta controversia: «Yo decidí no seguir representando al gobierno de México después de los acontecimientos de Tlatelolco y envié una carta al secretario de Relaciones Exteriores [. . .] En la cual dejaba a su elección aceptar mi renuncia o ponerme en disponibilidad. Había decidido, por otra parte, no hacer declaración publica alguna en el extranjero. Sin embargo, en los periódicos de la India se publicó el cable en el cual el gobierno mexicano anunciaba que me había cesado. Así, tuve que hacer la rectificación correspondiente explicando mi actitud ante lo ocurrido en Tlatelolco y las agencias de noticias difundieron mi aclaración».
Cuando se le cuestionó si volvería al servicio diplomático, al cual todavía pertenecía, respondió contundente: «En primer lugar no me lo han pedido, en segundo lugar, si me lo pidiesen, no volvería». La disponibilidad diplomática Diversos autores han discutido los términos en los que Octavio Paz se separó del cargo.
Guillermo Sheridan y Christopher Domínguez opinan que no renunció a la embajada por imposibilidades de la legislación. Sheridan escribió: «Es pasmoso: la ley no considera siquiera la posibilidad de que un embajador quiera renunciar. Su (mica alternativa consiste en solicitar que se ponga ‘en disponibilidad»‘. La opinión de Domínguez es similar: «La solicitud de renuncia […] burocráticamente no podía tener otra forma que la puesta en disponibilidad, pues el reglamento diplomático mexicano no contemplaba la posibilidad de renunciar».
Ya que el gremio jurídico ha sido omiso al análisis de este episodio, considero importante reflexionar sobre la connotación que tenía el recurso en cuestión, de acuerdo con la Ley Orgánica del Servicio Exterior Mexicano del 4 de marzo de 1967:
«Articulo 56. Los funcionarios y empleados del servicio quedaran en disponibilidad por un plazo máximo de tres años:
«I. A solicitud del interesado.
«II. Por resolución del secretario de Relaciones Exteriores.
«III. La disponibilidad da derecho a los funcionarios, y en su caso a los empleados del servicio exterior, a ser designados para ocupar una vacante de la misma categoría del último puesto desempeñado dentro del servicio, de acuerdo con las equivalencias que fija el artículo 11.
«Articulo 57. Para tener derecho a la disponibilidad, de acuerdo con la fracción I del artículo anterior, es necesario que el funcionario o empleado que la solicite haya prestado sus servicios por lo menos durante cinco años en el servicio exterior. La disponibilidad se concederá siempre que lo permitan las labores del servicio.
«Articulo 58. Durante la disponibilidad, los funcionarios y empleados del servicio exterior no podrán tener ascenso alguno. Si la disponibilidad es solicitada por el interesado no podrá computarse su duración para los efectos de esta ley, y si es acordada por la Secretaría de Relaciones Exteriores, además de la prerrogativa que se concede en el artículo 56, el interesado tendrá derecho a que se compute su duración para los efectos legales».
Estas normas permiten entrever que Paz no renunció, sino que cumplió con los requisitos para solicitar la disponibilidad. Esta suponía, entre otras prestaciones, el pago de sus gastos de transporte y los de su familia, la posibilidad de reanudar el ejercicio de sus actividades diplomáticas en un futuro, el seguir perteneciendo al Servicio Exterior Mexicano, el derecho a cobrar una compensación equivalente a 12 meses de sueldo y la conservación de la seguridad social. La carta que le envió a Fuentes el 16 de octubre de 1968 explicita cual fue su criterio de decisión: Aún esperó el telegrama de Carrillo Flores; yo pedí la disponibilidad (para no perder mis legítimos derechos de retiro y pensión) aduciendo como única causa mi imposibilidad de representar al gobierno de México [ … ] Después recibí un telegrama de González de León [ . .. ] en el que me pedía que reflexionase. Conteste que mi decisión era irrevocable y que si me negaba lo que pedía, mi respuesta seria la renuncia».
La figura de la renuncia también estaba contemplada en los artículos 130 y 131 del reglamento de la ley citada, mismo que tuvo validez desde el 12 de mayo de 1934 al 22 de julio de 1982:
«Articulo 130. Los funcionarios y empleados el servicio exterior que renuncien deberán continuar prestando sus servicios mientras no reciban notificación de que su renuncia ha sido aceptada.
«Articulo 131. Los funcionarios y empleados que contravengan la disposición anterior, o presenten su renuncia para eludir el cumplimiento de instrucciones superiores, no podrán tener derecho a recibir las compensaciones que fijan los artículos 39 y 42 de la Ley del Servicio Exterior y los relativos de este reglamento».
A diferencia de la disponibilidad, la renuncia si implicaba una separación definitiva del servicio exterior; además daba lugar a la conclusión de la cobertura de la seguridad social y a la prerrogativa de recibir compensaciones.
El disponible, al contrario del renunciante, está sujeto a la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas, con todos los derechos y obligaciones que esta reconoce. Es de advertir que este tratado internacional no estipula imposibilidad alguna para abandonar un puesto de esa naturaleza.
Por último, hay que mencionar que por encima de cualquier protocolo prevalecen lo establecido en la Constitución, que en su artículo quinto a la letra dice: «Nadie podría ser obligado a prestar trabajos personales sin la justa retribución y sin su plena consentimiento, salvo el trabajo impuesto como pena por la autoridad judicial».
Formalmente, Paz renunció al servicio exterior el 1ro de septiembre de 1971. El oficio que notificó esto fue emitido el 27 de marzo de 1973, que se reportó desde el departamento de control de pagos en aras de corroborar por vía legítima que el procedimiento seguido por la Secretaría de Relaciones Exteriores y Paz fue el aquí descrito, envié una consulta a Infomex Gobierno Federal, instancia que me respondió: ‘Al C. Octavia Paz Lozano se le otorgó una disponibilidad a partir del 17 de octubre de 1968, la cual tuvo una vigencia de tres años, concluyendo ello de septiembre de 1971, fecha en la que renunció a ésta, tal y como se menciona en el aviso de cambios de situación del personal». Es de advertir que en dicho aviso también aparecen estos elementos: «Situación: baja. Sueldo: $4,521.00.
Empleo: embajador. Motivo: renuncia a la disponibilidad». En cuanto a los importes y cobras que se le pudieron haber hecho en ese lapso, se me informó que solo se conservan archivos de nómina a partir de 1994, por ello no es posible confirmar si recibió todas las prestaciones económicas a las que tenía derecho. La reacción del gobierno en torno a su actitud la normatividad también contempla el concepto de separación, mismo que podía ejercerse por decisión del presidente en dos modalidades: «Los funcionarios y empleados del servicio exterior podrán ser removidos de sus cargos ya sea temporalmente por medio de suspensión o en forma definitiva por cese o destitución».
Las declaraciones que Paz emitió para medios internacionales pudieron tomarse como pretexto por Díaz Ordaz para negar le su pedido y despedirlo, pues la fracción del artículo 53 señala como causa la «deslealtad al país o a sus instituciones». No se usó ese recurso en su contra, a pesar de los temores que le había externado a Fuentes el 6 de octubre: «¿Crees que debo y puedo regresar a México ahora? He pensado que lo mejor sería buscar un ‘Job’ en alguna universidad americana o en algún otro lado. No tengo dinero sino para resistir unos cuantos meses y no es ahora el momento para arreglar lo de mi retiro y pensión, si es que no me quitan ese derecho».
Cuando ya estaba en disponibilidad viajo a Francia, donde el embajador Silvio Zavala espió durante varios meses sus actividades públicas y privadas. No se limitó a compilar sus opiniones, como puede leerse en el mensaje fechado el 30 de enero de 1969: «Según informaciones orales llegadas a la embajada, el señor Paz permanecería en Paris alrededor de un mes, y luego irá por tres meses a la Universidad de Pittsburgh [. . .] Posteriormente parece tener el propósito de residir en la Universidad de Cambridge (Inglaterra) durante un curso anual». En medio de un delirio nacionalista, Zavala solicitó autorización al gobierno mexicano para pedir la expulsión de Paz, aunque su iniciativa fue ignorada por el presidente. Vale la pena recordar que años después Carrillo Flores, Zavala y Paz alternaron en El Colegio Nacional, sin que se tenga noticia de discrepancia entre ellos.
Partidarios y detractores del escrito Interpretaron estos intercambios de distintas formas. En sus análisis en torno de las secuelas de esta controvertida decisión, Krauze percibió animadversión de Díaz Ordaz, señalando que lo calumnio y lo desafío como poeta. Christopher Domínguez; escribió: «El 2 de diciembre de 1970 lo primero que hizo Díaz Ordaz fue denigrar a Paz insistiendo, en unas declaraciones ante la televisión, en que no había sido un “renunciante sino un despedido”.
La entrevista se transmitió en vivo por la televisión nacional el martes 17 de noviembre de 1970; el encargado de llevarla a cabo fue Ernesto Sodi Pallares y fue reproducida en El Universal del día siguiente. La transcripción estenográfica muestra un dialogo coloquial que abordo temas como la existencia de extraterrestres y las preferencias gastronómicas, entre otros.
Solo se alude al escritor en un par de preguntas, de las más de 100 que integraron el guion:
ESP. ¿Qué opina usted, señor presidente, del libro escrito por Octavio Paz y que trata sobré los consabidos sucesos de Tlatelolco?
GDO. Pues oiga usted, no lo conozco, honradamente. Si no me equivoco, en la época de lo que usted llama «consabidos sucesos de Tlatelolco» el señor don Octavio Paz era nuestro embajador en la India.
ESP iAh! ¿Entonces fue cuando renunció?
GDO. ¡Ese que va a renunciar! Mire usted, muy cómodamente pidió que se le pusiera en disponibilidad, es decir, acudió al expediente burocrático de asegurar la chamba y prácticamente estar con licencia indefinida. Eso es todo.
La reacción desdeñosa de Diaz Ordaz quizás obedezca a una razón más compleja. Es probable que, aun considerando su carácter iracundo, se haya sentido apoyado por las altas esferas de la cultura en México, que veía representadas por Jaime Torres Bodet, Salvador Novo, Agustín Yáñez y Martín Luis Guzmán, entre otros. No hay que olvidar que el nombre de Octavia Paz no tenía las mismas repercusiones en 1968 que en 1990.
Paz se erigió como el único alto mando burocrático que cuestiono el proceder del gobierno en su más reciente libro, Domínguez Michael expone: «[1968 fue] uno de esos momentos que lo convirtieron, a cabalidad, en un hombre en su siglo, el ciudadano que toma la decisión más sabia en la circunstancia más ardua. De los miles y miles de funcionarios que el Estado mexicano tenia el 2 de octubre nadie, salvo Paz, renunció a su puesto. Ningún otro».
Si bien es cierto que Paz fue el funcionario gubernamental de más alta jerarquía que mostró su desacuerdo, es muy complicado comprobar que nadie más lo hizo. Lo que sí es verificable es el hecho de que, además de amplios grupos de ferrocarrileros, electricistas y trabajadores del petróleo, quienes estaban sujetos al férreo corporativismo oficial, hubo varias figuras de notable estatura política que tomaron partido por los estudiantes. Entre ellas, Jésus Silva Herzog menciona en sus memorias a Lázaro Cárdenas. Andrés Ordoñez destaca, además de Paz, a Alfonso Corona Rentería, agregado comercial en Paris, y al filósofo Leopoldo Zea, a quienes se les suspendieron sus pagos por orden directa del gobierno federal. En mi opinión, otra toma de postura importante fue la del rector Javier Barros Sierra. La conformación del temperamento político de Octavio Paz tuvo, como ocurre con todos los hombres, días favorecidos por el azar y otros vencidos por la incertidumbre. El paso del tiempo y sus consecuentes revelaciones nos permiten aproximarnos a su vida despojados de dogmatismos.
BIBLIOGRAFÍA
Adame López, Ángel Gilberto. (2015, febero). Octavio Paz en 1968+: un nuevo enfoque jurídico. El mundo del Abogado. ; 16. p. varía.